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lunes, 6 de junio de 2011

EL JUGADOR DEL ATHLETIC ES INTOCABLE

Es una norma habitual en muchos sitios. Los medios se decantan a favor del jugador por la sencilla razón de que las primicias de vestuario o aledaños son suculentas y son capaces de tapar todos los errores que cometen.
Y en Bilbao este postulado está a la orden del día. Los periodistas callan como nenazas y tienen a los futbolistas subidos en un pedestal. Son intocables y criticarlos supone una tarea casi imposible. ¡Nadie se atreve a decir la verdad coño... para hablar claro!.
Por ejemplo, la campaña pasada nuestros jugadores cometieron infinidad de errores infantiles... y cada lunes salían indemnes en la crónica pertinente. La culpa recaía siempre en el mismo personaje: Jokin Kaparrós. Y las grandes cantadas pasaban a mejor vida. Jamás he leído en un medio comunicación de El Botxo: "Beckembauer Amorebieta está peor que un benjamín", "Blandengue Ustaritz tiene muchísimo miedo a la hora de enfundarse la camiseta de nuestro Athletic", "San José regala unos balones increíbles al adversario", "Iraola ha convertido su lateral en un auténtico coladero",... Son verdades como puños que muchos vemos... y los interesados omiten.
Además, recuerdo a un payaso de pelo blanco haciendo una entrevista a Blandengue Ustaritz e incitándole a hablar mal de Kaparrós una y mil veces silenciando el hecho de que Ustaritz va a acabar muy pronto en Segunda B porque no tiene categoría para jugar en el equipo rojiblanco. Interesa lo primero, es decir, hacer la pelota. Lo segundo, hacer ver al futbolista que está acomodado y que no rinde al nivel que cobra se relega a un tercer plano.
Y este palique viene a colación por lo que dijo el otro día mi estimado Javitxu Clemente sobre aquel conflicto acontecido en el Athletic Txapeldun entre El Rubio de Barakaldo y La Pantera Rosa. Un periodista lameculo le besó los pies al pregonero de Canal Plus, este se creyó El Rey del Mambo,... y el buen ambiente se precipitó al vacío
Periodistas de El Botxo, hay que criticar a nuestros txabales cuando lo merecen y dejar las pamplinas para otro momento.

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